La despedida del going merry

La despedida del Going Merry

Andrés F. Burbano

Eh, hermano, cagada despedirnos y despedirnos así, pero sabe que siempre le agradeceré, decía Melcho, mientras zarandeaba suave la barca improvisada y sobre ella su antiguo colchón. Hace rato que había pensado en la ceremonia, en el funeral inevitable, pues él bien sabía que traer el nuevo significaba sin dudas sacar el viejo, aunque no fue sino hasta que logró conseguir carreta, hasta que atravesó Cali para robarse un colchón, un colchón que estaba mamei en una casa en Nápoles, y que era uno blanco, semi-ortopédico, un comodísimo, con flores y tallos de esas flores y unas líneas de colores y un caballo (logo de la empresa) que vio necesario deshacerse del otro, del antiguo colchón que ahora  no cabía en ese espacio entre el canal del caño y la carretera. Dijo: me lo llevo pal río y allá le pongo una madera pa’ que flote y lo mando a nadar. Pensó: Me doy algunos pipazos y lo prendo con gasolina para que se vaya en la buena y ningún otro hijueputa se lo quede. Y así lo hizo. Así prendió la pipa, la piedra de bazuco carburada y jugosa sobre el aluminio. Así mismo el humo circuló juicioso por el lapicero bic re-significado, dándole tiempo a Melcho para que se dedicara al zarandeo del colchón, que por largo trecho se arrastró, adentrándose en el oriente de la ciudad. Ahora solo era él y la cosa que él consentía, que arrullaba como si fuera un ser vivo, como si fuera la mascota con la que vio crecidas y peludas en la calle, en el filo de las botellas y en las casas blancas del Centro en el que se acumulan como roedores Melcho y sus colegas. Eg manito, matar a un hijueputa para tener espacio pa’ que me entre usted y el nuevo, donde usted sea el armario o una mesa. Ganar un hueco en el que pueda robar hasta luz del poste, pa’ entrar en la sociedad. Y las elucubraciones de Melcho se hicieron convulsas, como convulsos sus movimientos, soltando así y sin querer el Merry que no se resistió a la fuerza del rio, rio/caño con canales construidos por la Alcaldía y Melcho olvidó por completo prenderle fuego, conformándose solo con verlo avanzar, naufragar, estancarse. Ahí lo dejé fue regalado.

Ilustración: @aparatonacional_

Sobre el autor

Andrés Felipe Burbano Ibarra

Nació en Popayán, pero se crio en Piendamó. Pese a que lleva muchos años leyendo y escribiendo, no es hasta que funda la Revista Digital Aparato Nacional, en el 2019, que decide empezar a autopublicar algunos de sus cuentos. Fue a la universidad, pero un día se aburrió y la dejó.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Facebook
Instagram
YouTube
Scroll to Top