El héroe de las hadas

Andy Garay

Ilustración: @a.cristo168

Todas las tardes, después de haber sido despedido de su trabajo, papá comenzó a jugar conmigo fútbol, damas y ajedrez. Aunque, de todos los juegos, nuestro favorito lo realizábamos en la oscura habitación, debajo de la escalera que llevaba al segundo piso. El juego era el siguiente: yo abría la puerta con la llave y él iluminaba la pequeña habitación con una vieja linterna, que mamá me había regalado por mi cumpleaños. De esa manera, nosotros anunciábamos a los monstruos de la oscuridad que habían llegado los héroes de las hadas. Largas batallas se desarrollaban solo allí en ese espacio, nuestro espacio, las cuales casi siempre terminaban justo a la hora de la cena. Recuerdo todavía esas noches alrededor de la mesa, contándole a mi madre nuestras hazañas y victorias. No había fuerza que nos derrote. Éramos invencibles, al menos eso creía.

Una noche, mientras salíamos de la habitación, papá me quitó la llave y entró al cuarto, exclamando que jamás lo volveríamos a ver. Yo, que apenas lo podía ver en la oscuridad, le pedí que dejara de hacer el payaso: el juego había terminado y ya era hora de cenar. Además, mamá podía molestarse con nosotros si llegábamos tarde. Papá entonces empezó a reír a carcajadas. Luego, ya calmado, me dijo que iba enseguida. Escuché sus pasos acercándose a mí. Sin embargo, cuando él estaba cruzando el umbral, una soga repentinamente surgida de las tinieblas se enroscó alrededor de su cuello y comenzó a arrastrarlo al fondo del cuarto. Mi padre pedía mi ayuda, mientras luchaba por liberarse de la soga que apretaba su garganta. Pero yo… yo no me movía. Paralizado por completo, lo único que hacía era mirar con horror la habitación donde se ahogaban los gritos desesperados de mi padre. Solo cuando la puerta de la habitación se cerró de golpe, recobré algo de valor y me acerqué. Intenté abrirla, lo juro. Llamaba a mi padre, sí, lo llamaba a gritos, pero era ya en vano: la llave se había ido con él…

Desde esa vez, no he vuelto a ver a mi padre, ni a escuchar su voz por mucho tiempo que pase aguardando siquiera un eco en la escalera. Sin embargo, se habla mucho de él. Incluso le dedican canciones. Algunas son tristes. Mis tíos me dicen que son las canciones para el héroe de las hadas. ¿El héroe ya no volverá?, le pregunto a mi madre. Ella entonces me abraza y llora. Yo también quiero llorar.


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