Siete a la mesa

 

Siete a la mesa
Andrea Pereira


Ilustración: Enzo Salvatierra, Argentina.

Aun no puedo creer que él haya sido capaz de algo así, si bien todos, o casi todos, tuvimos la fantasía de hacerlo, nunca creí que alguien lo haría y mucho menos él. Ahora mismo salgo de visitarlo, lleva ya seis meses en prisión y sigue jurando que no tuvo nada que ver. Hago de cuenta que le creo, pero es todo tan evidente y está tan claro que no creo que pueda ayudarlo.

Fue un domingo, hace menos de un año, cuando nos reunimos a comer con mi padre. Siempre nos sentábamos en los mismos lugares. Mi padre en una de las cabeceras de la mesa. Mi novio, Javier, a su derecha, yo, a su lado, Camila, mi hermana menor, la que más se quejaba de estas reuniones, pero nunca se perdía ninguna, se sentaba junto a mí. Frente a nosotros, mi hija Noelia y mi hermana mayor, Mariela. Para completar el cuadro, junto a Mariela, mi cuñado Horacio. Era el único que parecía estar a gusto. Parecía admirar a mi padre como si este fuera un ser supremo. Nunca supe el por qué.

Y la escena era siempre la misma. Javier, llenándole la copa de vino a mi padre, Horacio, adulándolo y riendo de cualquier estupidez que este decía. Mi hija en silencio, comiendo, y yo, bueno, yo, me mantenía como una espectadora que sólo quería que pasase la hora y se terminase la farsa de la familia unida.
Pero esa noche fue diferente. Todos sentimos aquel golpe seco y el grito de Horacio: ¡Don Andrés! 

De pronto vimos a mi padre tendido en el suelo, a Horacio tratando de socorrerlo y a Javier repitiendo y repitiendo que llamasen a un médico, como si no pudiese hacerlo él mismo. Eso fue raro. Por otro lado mi hija por primera vez pareció percatarse que el mundo a su alrededor existía, dejó de comer, abrió muy grande los ojos y se quedó así, estática. Ni siquiera pestañeaba. A Mariela se le cayó la bandeja con ravioles, y como tonta intentaba limpiar el piso con el repasador de la cocina, mientras Camila sonreía… Quiero creer que era una sonrisa nerviosa. Y yo, los miraba, sí, aunque parezca mentira, sólo los miraba, cuando de pronto se me ocurrió decir como si no entendiese qué les pasaba a todos: ¿Un médico? ¿Para qué? Si está muerto. No sé por qué lo dije así, fría, pausada, como si de verdad fuese una espectadora y no alguien partícipe de la situación. Pero fui sincera. No sentía nada. Bueno, en realidad, miento. Sentía alivio y creo que mis hermanas sentían lo mismo, cada una a su manera.

No hubo velorio. Él había dicho que no lo deseaba. Mejor así. Bastante problema ya nos había dado el viejo.

Cada uno siguió con su vida. Yo buscando apartamento para mudarme con Javier. Mi hija terminando la secundaria. Javier trabajando en el laboratorio. Horacio y Mariela con su silenciosa y monótona vida. Camila intentando tener éxito con su música. A menos de un mes de la muerte de mi padre Horacio nos llamó para juntarnos como antes. Perdí la apuesta con mi hermana Camila. Horacio no tomó el lugar del viejo en la mesa. Lo respetaba hasta después de muerto.

Ahora éramos seis a la mesa en lugar de los siete de siempre. Esa cena fue la peor que tuvo la familia. Horacio nos reunió para decirnos que había abierto una investigación por la muerte de don Andrés, que descubrieron una sustancia en su organismo y esta producía paro cardiorrespiratorio. Nos dijo que lo que encontraron en el cadáver salía del laboratorio donde trabajaba Javier y que él siempre le sirviera el vino bastaron como pruebas. Javier no tenía salida.

Yo quede muy sorprendida, quería confiar en que él decía la verdad, pero era difícil. Camila y yo intentamos apelar, pero era imposible. Todo apuntaba a Javier.

Lo que más me dolía era que Javier pagara por ese viejo. No valía la pena. Horacio se había metido a investigar algo que, a nosotras, como hijas, no nos importaba. Un premio en lugar de un castigo le deberíamos dar.

Horacio debería haberse quedado callado luego de lo que el viejo le hizo a él y a Mariela. Cuando ellos se casaron. Les regaló un apartamento y cuando murió mamá y vio que no tenia quien le cocinara o atendiera su casa, se los quitó. Fue un préstamo. Siempre estuvo a nombre de él. Los trajo para la casa, así Mariela le servía.

Horacio lo cubrió con lo de mi madre. Eso también incrimina a Javier. Mi padre se metió con la madre de Javier. Esta, cuando los descubrieron, desapareció hasta el día de hoy y el padre de mi novio se suicidó por eso. Camila siempre odio al viejo porque la usaba de pantalla. Cuando salía con otras mujeres llevaba a la nena menor, se libraba de sospechas y la nena no sabía hablar. Cuando la nena aprendió a hablar la amenazaba con que mataría a su mamá si ella abría la boca. Me enteré hace muy poco tiempo.

Todos lo queríamos muerto. Javier tuvo el valor nada más.

Cuando yo a los dieciséis años quede embarazada él me golpeó tanto que aún tengo alguna cicatriz. Mariela siempre dice que Noelia es un milagro. Nunca se cansó de menospreciarme. Horacio debería haber dejado todo como estaba y no meter a Javier en todo esto, si nos hizo un favor a todos.

Cuando mi madre llegó de un viajecito corto antes de lo previsto, y encontró al viejo en la cama con la mamá de Javier, se lo reclamó, la otra se fue corriendo, y él le pegó un cachetazo a mi mamá. En lugar de intentar arreglar la situación la culpó de llegar cuando no tenía que haberlo hecho. La mala suerte hizo que ella cayera mal. Sí. El viejo la mató, pero Horacio encubrió eso porque fue un accidente. Sin embargo, a Javier lo mandó al frente.


*** 


Ahora Javier está en la cárcel. Camila se ha ido de gira con su banda. Mariela sigue su vida de ama de casa. Horacio trabajando en su buffet. Noelia entró en la facultad de química como siempre quiso, y yo sigo trabajando en el periódico.

Hoy Noelia se encuentra en la facultad. Yo sigo buscando apartamentos para mudarnos, de momento solas. Cuando Javier salga vendrá con nosotras.

Voy a buscar una lapicera al dormitorio de mi hija para marcar en el diario los lugares que más me han gustado y discutirlo con ella cuando regrese. Dentro de su cajón hay un cuaderno, no hay lapiceras, pero ese cuaderno me da mucha curiosidad. Al leer que dice Diario no puedo soportar la ganas así que lo abro. Voy a aprovechar la oportunidad de su ausencia. Al abrirlo encuentro que dice:

“Pagina 15: 28 de abril: “Querido diario, hoy estoy muy triste, tía Camila llora con la foto de la abuela y me da tanta pena, yo la quiero, es mi tía favorita, la oigo decir siempre que es injusto y me duele mucho”
Pagina 18: 30 de abril; “Querido diario, hoy escuche a mama contarle a Javi como fue cuando yo nací, que mi abuelo no me quería, que la lastimó mucho, y que de no ser por mi abuelita yo no estaría aquí”
Pagina 25: 6 de mayo; “Querido diario, hoy vi a la tía Mariela frente a la computadora mirando casas, lagrimeaba, yo sé que ella quisiera tener su lugar, la conozco, no es feliz”
Página 38; 9 de mayo: “Querido diario, hoy lo decidí: Voy a ser química, así como Javi. Yo lo quiero mucho. Es como si fuera mi padre de verdad”
Página 41, 15 de mayo: “Querido diario, hoy decidí aceptar las invitaciones del tatita, voy a ir a su cuarto a tomar un café como cuando era chiquita, pero ahora soy grande, ahora no me va a tocar, ahora va a creer que puede tocarme y que me gusta, ahora voy a hacer que tía Camila no llore más, que mamá se olvide de los golpes y que tía Mariela tenga esta casa, pero como suya. Fui con Javi al laboratorio. Un compañero de él me enseño para que sirven las cositas que hacen ahí. Conseguí algo que si es como me dijeron mañana a la noche termino con el problema de todos. Nadie me vio robarlo. Le voy a dar su cafecito y la promesa de dejar que juegue conmigo, pero el lunes”
Página 42, 15 de mayo: “ya está, querido diario, se tomó el café. Ahora rezo para que todo salga como lo tengo pensado y se muera antes de que se arme esa cena que odio de cada domingo” Ya no quiero leer más, estoy paralizada frente al diario y el corazón se me sale por la boca sin saber qué decisión tomar, lo abro por última vez y leo:
Página 43, 2 de julio: “Querido diario sino fuera por tío Horacio todos seriamos felices”

Me tiemblan las manos, casi lo dejo caer. Suena mi celular. Es un mensaje de Noelia que dice:

-Mami, no ceno contigo esta noche, invite al tío Horacio a tomar…–no sé qué pensar.


Sobre la autora

Andrea Pereira

Egresó de periodismo y locución en el año 2004. Su primer premio fue en el año 2016 en Misiones, Argentina, ganando el tercer lugar en concurso literario sobre el mate. En el 2019 con su cuento “Flor de Lino” ganó el primer lugar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Facebook
Instagram
YouTube
URL has been copied successfully!
Scroll to Top